jueves, 5 de enero de 2017

Contemplando la vida

Contemplado la vida
Hoy es un día más. Un 30 de diciembre como muchos otros en mi vida…
No, en realidad no. El calor agobia, pesadísimo y con el cielo queriendo llover, pero el pronóstico no lo anunció.
Ni la globalidad, ni la “liquidez” pueden mitigar el recuerdo, la memoria de los cuerpos y del alma.
La cualidad de nacer, no es sinónimo de estar vivo.
¿No podés hacerme esto? La imagen de la Virgen hacía muchos años, no tengo muy claro  porqué, pero se había quedado en nuestra casa. La mire, le toque las manos, y salí a buscarlos.
Las calles cercanas con luces muy débiles parecían haberse preparado para acompañar un instante de… “silencio de misa” decía la canción.
Estábamos charlando despreocupados decidiendo que comer en la cena de año nuevo, mientras mirábamos un programa, con la tranquilidad que da saber que los hijos están bien. …los chicos, nuestros chicos… Una llamada reiterada tres, cuatro veces me alertaban de lo que pasaba.
Nos miramos sin entender.
Cambiamos al canal de las noticias, eran las 10.35, ya confirmaba siete jóvenes muertos.
Siete vidas,  cuánto podrían haber dado a la humanidad desde su pequeñez vivida día a día.
Todos los 30 de diciembre la memoria nos llevará a ese lugar indexicale, Cromañón. Un local en el barrio del Once, donde tocaban las bandas de rock.
Un ritual de jóvenes, adolescentes juntarse a cantar, bailar, celebrar la música, las canciones, las letras, la amistad, las ganas de estar juntos de los jóvenes. Rituales que contagian, que alegran que unen, que construyen recuerdos de emoción, de pertenencia.
Hablarán de conductas extrañas que llevarán a “normalizar” el escenario rápidamente y determinarán un tipo de interpretación que se usará para decretar lo que ha ocurrido..
 Cromañon una palabra incompleta, una palabra que cuesta pronunciar y que solo adquiere sentido cuando te veo bailar, cuando los acordes del contrabajo suben a mi habitación diciendo de tu presencia, cuando te escucho practicar con la trompeta. quejándote por los sonidos que no salen, pienso estas ahí, están, simplemente están, han transitado sus navidades y han transitado la cualidad de nacer una y otra vez.
Hablar de sobrevivientes fue ponerle nombre a una tragedia y no resignificarla y no entenderla, y no …

Me pediste que te acompañe a ensayar, miraba tus brazos con ese gesto tan especial abriéndose queriendo abarcar todo y llenarlo, queriendo volar sin querer ser atados, si tomar vuelo. Todos estos años, te vi intentarlo una y otra vez ese gesto de extender los brazos queriendo crecer hacerte más amplia, lo vi una y otra vez esa danza que salía de tu espalda prolongándose hasta los movimientos de tus manos, lo vi todos estos años. Pero no llegabas, no alcanzabas tu camino, siempre parecía escaparse y lo sufrías, lo sentías, lo llorabas, nada podía hacer más que mirar. Quizás una de las cualidades de nacer es que los demás solo podemos ver ese momento propio y particular de cada ser, esa experiencia intransferible y distintiva de nacer, que siempre nos asombra. Hoy tu mirada, tu sonrisa abrazaron, volaron fueron más allá, sí nuevamente te vi nacer.

Tu Navidad es distinta, parecería un nacimiento débil, frágil, al borde de estallar como un cristal. Aprendiendo a contemplar la vida estos años descubrí tus miradas, tus pasos… Tus miedos fueron tus fortalezas, la perseverancia por nacer fue tu camino, lento, imperceptible. A ver mamá, ¿qué te pasa? o mamá te lo digo por tu bien… Palabras que abrazan. ¿Quién había contemplado estos años en realidad? No había sido mi amor materno, no había podido mitigar el dolor.
Vos hijo contemplaste tu propio dolor, tus propios miedos, tus enojos, tus secuelas, fue más fuerte esa cualidad por nacer cada día, que el aplastamiento sufrido.

Recuerdo cada día como si hubiera sucedido ayer, apenas naciste te pusieron en mis brazos. ¡Qué gozo! Te vi salir. Habías estado dentro de mi vientre, asombro no se puede explicar estabas ahí. ¡El milagro de la vida! Sentir y ver que la vida sale de nuestro interior es desgarrador para el alma, la desarma y nos deja sorprendidos. Esa noche de calor, te tenía que encontrar, mi corazón decía tiene que estar, tiene que estar, tiene que estar. Te vi en medio de la oscuridad, en medio de la desesperanza de muchas madres, de las sirenas de ambulancias y de la fortaleza de tu padre, te vi. Nuevamente mi corazón se desagarró. Te vi día a día, salir, luchar incansablemente por ser, por sostener y construir tu identidad, como la misma fortaleza que te llevó a entrar para sacar a tus hermanos de ese infierno pensando que estaban ahí, adentro. Nuevamente la contemplación de la vida puesta en palabras: Mamá vení, sentate vamos a hablar. Quedate tranquila que estoy bien. Esa sensibilidad, esas ganas para salir al encuentro de la vida, de buscarla a borbotones.

La vida nos da la oportunidad de vivir tantas Navidades.
El nacimiento solo se contempla. ¡Celebremos a la cualidad de nacer!